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Cuando Carmen acudió a la consulta presentaba claros signos de depresión. Se sentía triste, había dejado de hacer actividades placenteras para ella, tenía insomnio, desesperanza ante el futuro, estaba decaída, sin ganas de hacer nada y con elevada ansiedad. Había estado unos meses muy preocupada por su salud hasta el punto de convertirse en una obsesión y estaba convencida de que padecía una enfermedad grave. Se sentía muy preocupada por su hija  de 10 años ante la posibilidad de que se quedara huérfana si ella moría. Se pasaba el día comprobando sus funciones corporales (digestión, color de la piel, si tenía ojeras, cómo tenía el pulso, etc) y su ansiedad se desbordaba en función de estos signos, normales para cualquiera y catastróficos para ella.

Carmen era una persona totalmente saludable a excepción de su sintomatología psicológica consistente principalmente en que estaba convencida, de forma irracional, de que estaba gravemente enferma e inmersa en un bucle de miedo, comprobaciones, conversaciones relacionadas con la enfermedad, obsesiones y ansiedad. Padecía una hipocondría.

Cuando Carmen entendió lo que le pasaba dio el primer paso hacia la recuperación. En pocas sesiones de tratamiento remitió la sintomatología depresiva y en otras tantas la hipocondríaca.

La hipocondría es un trastorno de ansiedad en el que la persona siente un miedo desproporcionado ante sensaciones físicas y está convencida de que son síntomas de una enfermedad grave. Estas sensaciones físicas (dolores difusos, tensión muscular, problemas gástricos, musculares, mareos) están provocadas a su vez por la propia ansiedad y son amplificadas debido a la focalización en ellas. La interpretación catastrofista de estas sensaciones («tengo un cáncer») el paciente la cree en un 100% y filtra la información, los sucesos, los hechos de su alrededor y los síntomas o sensaciones atendiendo a toda la información que le hace confirmar su creencia y desatendiendo a la información que la desconfirma. Ante la convicción de enfermedad adopta un papel de enfermo paralizando su vida.

Hay una focalización de la atención en las áreas que se consideran enfermas y paradógicamente un descuido de conductas saludables como tener una buena alimentación o hacer ejercicio físico. La persona deja de realizar actividades que le gustan y que le hacen sentir bien debido a su preocupación por la salud, pudiendo desarrollar una depresión.

Los síntomas de la hipocondría son:

  • Conductuales: visitas a médicos innecesarias, búsqueda de información relacionada con la enfermedad, evitación de situaciones que recuerdan enfermedades, hablar de la enfermedad, autoobservación y comprobaciones repetidas de los síntomas (comprobar el pulso, las heces, manipular el cuerpo en busca de bultos, dolores, comprobar el color de la cara) manipulación de partes del cuerpo, disminución de actividades saludables, disminución de actividades sociales y de responsabilidad.
  • Emocionales: aumento de la sintomatología ansiosa y depresiva, miedo desproporcionado ante síntomas físicos.
  • Cognitivos: preocupación excesiva por la salud, por el propio cuerpo y por padecer una enfermedad grave, rumiaciones sobre los síntomas, la enfermedad y sus consecuencias, focalización en aspectos negativos, filtro y sesgos cognitivos captando información negativa y desoyendo información positiva acerca de uno mismo y aspectos de la propia vida, pensamientos catastrofistas.

Las personas con hipocondría suelen tener también mucho miedo a la muerte, al sufrimiento y al dolor físico y parte del tratamiento consiste en cambiar la visión negativa y las cogniciones irracionales acerca de estos temas. Ven la muerte como algo extremadamente degradante, doloroso, que implica necesariamente sufrimiento y no como algo natural que forma parte de la vida.

El tratamiento psicológico cognitivo conductual ha demostrado tener una alta efectividad y consiste en:

  • Dar información al paciente acerca del trastorno, sus causas, síntomas, cómo funciona y sus componentes cognitivos, fisiológicos, emocionales y conductuales. Cuando el paciente se siente identificado con el modelo explicativo del trastorno y entiende que está siendo irracional y desproporcionado siente gran alivio y se siente comprendido.
  • En segundo lugar hacer cambios conductuales en el sentido de dejar de comprobar, dejar de focalizar la atención en el cuerpo, realizar conductas saludables y placenteras. Dejar de ejercer el rol de enfermo.
  • Terapia cognitiva para ayudar al paciente a detectar sus pensamientos irracionales que consisten principalmente en que tiene una enfermedad determinada grave («tengo cáncer») y los argumentos que emplea para llagar a tal convencimiento, que también son falsos («estoy pálida», «he perdido peso», «tengo un dolor difuso en la zona abdominal»).
  • Técnicas para el control de la ansiedad como la relajación, la distracción, la respiración diafragmática.

Hay una serie de pensamientos irracionales relacionados con la enfermedad, el cuerpo y los médicos («el médico no sabe», «todo síntoma indica una enfermedad», «soy débil») que puede que el paciente no tenga identificados y que también hay que detectar y trabajar para cambiar el sistema de creencias del paciente ante estos asuntos y prevenir posibles futuras recaídas.

Hay ciertas personas que sin tener un diagnóstico claro de hipocondría y una afectación clínicamente significativa sí que poseen cierta aprensión ante la enfermedad padeciendo ansiedad de más baja intensidad y que también pueden hacer un replanteamiento para librarse por completo de esta sintomatología.

Esperamos que la información haya servido de ayuda y si piensas que no es suficiente y necesitas ayuda profesional no dudes en acudir a un psicólogo que en poco tiempo te dará todas las respuestas y te ayudará a cambiar patrones de comportamiento disfuncionales.

 

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