Tener una buena autoestima es uno de los grandes precursores de la felicidad. La autoestima se forja en la infancia y la adolescencia y depende en gran medida de las vivencias familiares y de los logros conseguidos en estas etapas a nivel personal, social, familiar y escolar.
La autoestima es un sentimiento de valía personal, la persona siente o cree que es capaz de enfrentarse a los acontecimientos de la vida sean de la índole que sean, reconociendo sus limitaciones.
La buena noticia es que en cualquier momento de nuestra vida podemos empezar a confiar en nosotros mismos y, aunque partamos de una autoestima dañada, podemos cambiar la apreciación de nosotros mismos convirtiéndonos en nuestros mejores amigos y admiradores.
Puede que uno mismo no tenga las herramientas para empezar a creer en sus capacidades y es ahí donde un profesional de la psicología puede ayudar. Una vez adquirido ese sentimiento de valía personal ya no se pierde de por vida.
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