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Las vacaciones (navideñas, verano, pascua) son momentos en los que las reuniones y la convivencia con la familia se hacen más presentes. Tanto la familia nuclear como la extensa (tíos, abuelos, suegros, cuñados) se ven abocados a compartir comidas, cenas e incluso a convivir. Estos momentos pueden ser una fuente de alegrías, concordia y disfrute o un auténtico tormento.

En estas situaciones de confraternidad las familias se encuentran con diversas situaciones de dificultad, que si no se resuelven adecuadamente producen mucho malestar. El conflicto forma parte inevitable de la convivencia pero bien gestionado nos permite crecer y desarrollar nuevas y mejores maneras de relacionarnos. Mal gestionados provocan mucho dolor emocional ya que las personas involucradas se quieren pero no saben cómo resolver esos conflictos ya que no cuentan con las habilidades para encontrar soluciones.

Algo que suele ocurrir es que ambas partes pueden percibir un hecho de forma diferente ya que las personas interpretamos la realidad de forma subjetiva dependiendo de nuestras creencias, experiencias pasadas, valores, ideas y prejuicios. Normalmente, las partes en conflicto al observar una misma situación realizan diferentes interpretaciones de ella, y estas diferencias en la percepción son tomadas como una «oposición a mi opinión» generando luchas de poder y reacciones airadas en mayor o menor medida.

Los problemas por motivos económicos, en los que las personas anteponen las posesiones a las relaciones familiares, las relaciones con los suegros, cuñados y demás familias extensas con diferentes costumbres, opiniones y formas de vida que entran en conflicto y los problemas intergeneracionales son los motivos más frecuentes de conflicto en la familia.

En ocasiones alguna de las partes del conflicto puede tener algún trastorno emocional crónico como un trastorno de la personalidad o ser una persona «tóxica» que busca el conflicto como forma habitual de relacionarse. En estos casos hay que tomar distancia en la medida de lo posible y aplicar las siguientes pautas con más empeño y procurar poner «distancia emocional» en el sentido de intentar que no nos afecten las conductas, sentimientos y actitudes de la persona en cuestión.

Debemos plantearnos la conveniencia de intentar evitar estos conflictos que pueden ser una gran fuente de estrés y preocupación ya que además de estar involucradas personas que queremos (familia directa o nuestro cónyuge en el caso de la familia política), las personas en conflicto tienen que relacionarse de por vida con lo que el «problema» no tiene fin y perdura por años creando heridas y malestar interminables y repercuten seriamente en la calidad de vida de las personas y en su bienestar emocional.

Qué podemos hacer para pasar las vacaciones en familia sin llegar a la desesperación:

  • Aceptación, tolerancia, perdón: Aceptar otros puntos de vista o comportamientos con los que no «comulgamos», dejar pasar provocaciones o situaciones que nos molestan. No tomar ciertas conductas o comentarios a modo personal.
  • Reconocer nuestros errores, tener capacidad de autocrítica y pedir disculpas si hemos ofendido a alguien.
  • Valorar la familia tanto propia como política y la utilidad de los conflictos «interminables».
  • Tener en cuenta que la persona con la que nos «enfrentamos» es familia de nuestros seres queridos con lo que podemos ocasionar daños colaterales a otros familiares incluidos los niños.
  • Poner distancia: Si realmente no podemos aceptar los puntos de vista de la otra parte alargar el tiempo entre los encuentros y trabajar en la aceptación, empatía y perdón. Si no somos capaces por nosotros mismos buscar ayuda profesional antes de que los conflictos se agranden.
  • Evitar hablar de asuntos conflictivos durante las reuniones familiares, así como generar discusiones o tensiones innecesarias.
  • Respetar la relación de tu pareja con su propia familia y no compararla con la tuya ni con ninguna otra.
  • No hay un ganador y un perdedor. Ante un conflicto las dos partes involucradas tendrán que ganar y perder en igual medida, así que mejor buscar la solución más adecuada para todos porque si no quedarán situaciones enquistadas, resentimientos y reproches.
  • La mejor forma de resolver los conflictos es hacerlo positivamente: . Identificar intereses comunes y ser empático, ayuda a poder encontrar una solución que beneficie a las partes involucradas.
  • Ver un conflicto como una oportunidad para mejorar las relaciones entre los familiares. Es conveniente  no dejar de resolver ningún conflicto. Eso sí, de la manera adecuada y positiva.
  • Fomentar la comunicación: Expresar nuestra molestia de forma adecuada y positiva sin enfadarnos con el otro y sin culpar.

La familia es un bien que hay que cuidar y valorar como red de apoyo social, como fuente de amor y satisfacción personal y conservarla para mantener nuestro bienestar interior y calidad de vida.

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